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¿Revolución cultural?

Tras verificar que ya casi no tiene rival en frente, el MAS optó por dejar el teatro del respeto democrático y se quitó la máscara.
En realidad, varias actuaciones del gobierno ya habían sido desembozadamente antidemocráticas, incluida la aprobación ilegal de una Constitución Política del Estado que ni siquiera los masistas respetan, pero el lunes, al terminar una reunión con los privilegiados cocaleros, el vicepresidente admitió todo lo que se sospechaba de su proyecto político.
García Linera dijo, textualmente, que la “ofensiva estratégica” del MAS ahora apunta a la toma del poder político, económico y cultural.
Así se explica que en lo político se esté ejecutando una estrategia que, instrumentalizando los órganos legislativo y ejecutivo, el Ministerio Público y los movimientos sociales, esté dirigida a copar los espacios de poder que el partido del presidente no pudo ganar en las elecciones. Las gobernaciones de Santa Cruz, Beni y Tarija y las alcaldías de La Paz, Sucre y Potosí son los fortines más apetecidos. Para tomarlos se activaron juicios que ya lograron tumbar al alcalde de Sucre, Jaime Barrón. El de Potosí, René Joaquino, estaba en ese camino cuando se escribía este artículo.
En lo económico no habrá novedad alguna. A título de “capitalismo andino”, el gobierno está resucitando un estatismo que no dio resultados en el pasado. El Estado pluricultural, e incluso los movimientos sociales, meterán sus narices en todo lo que esté relacionado con dinero. Los aportes de los trabajadores que todavía administran las AFPs pasarán a manos de una gestora pública… ¡papita para el loro!
Lo que el “vice” no dijo es en qué consistirá la toma del poder cultural.
En términos generales, cultura es el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. No obstante, ese es un significado idiomático y proviene del español que los ideólogos del actual gobierno detestan porque, para ellos, es la lengua del conquistador, del colonizador.
Quizás por ello, la actitud del MAS frente a las instituciones culturales que lograron consolidarse difícilmente en el país es del más rotundo desprecio. Hasta ahora, ya se dejó sin techo a la Academia Boliviana de la Lengua —que afortunadamente fue acogida por la Universidad de Aquino— y se habla insistentemente de la próxima disolución de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia de la que dependen la Casa de la Libertad, la Casa de Moneda, el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, el Museo Nacional de Etnografía y Folklore y el Museo Nacional de Arte.
¿Hacia dónde apuntan los ideólogos del gobierno?
Para la visión filosófico-marxista, la cultura también es “un fenómeno histórico que se desarrolla en dependencia del cambio de las formaciones económico-sociales”. La cultura que nosotros conocemos, y está definida como tal en los diccionarios de la lengua española, es idealista, dominante, un producto de la élite que, por tanto, es burguesa. “El marxismo-leninismo ve el proceso de producción de bienes materiales como la base y la fuente del progreso de la cultura espiritual; ello explica, precisamente que la cultura sea fruto de la actividad de las amplias masas de trabajadores” (M. M. Rosental y P.F. Iudin).
Por tanto, lo menos que podemos esperar en el plano cultural es un avasallamiento similar al borrón y cuenta nueva de Pachacutec Inca Yupanqui que eliminó todo lo que no le convenía del pasado, incluso la escritura de los tiwanakotas, para sentar las bases de un imperio autocrático y totalitario que todos conocemos como Tawantinsuyo.

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