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Otra de pollos


A principios de junio de 2009, la gente del centro de Bahía Blanca —una ciudad portuaria argentina ubicada al sur de Buenos Aires— se quedó pasmada ante el espectáculo de un pollo amarillo con patas rojas que perseguía a un ladrón.
El pollo, desde luego, era un hombre disfrazado. Usaba el traje de pollo porque promocionaba un local de venta de comidas. Cuando vio que un ladrón trataba de robar un automóvil en el estacionamiento del lugar, corrió para atraparlo pero aquel se dio cuenta y emprendió veloz fuga. Después de una larga persecución, el pollo alcanzó a su presa, lo redujo —no precisamente a picotazos— y lo entregó a una patrulla de la policía.
La noticia fue difundida por la agencia EFE, de España, así que recorrió el mundo. No se consignó el nombre del heroico disfrazado a quien, según la nota, la gente de Bahía Blanca comenzó a llamar “el pollo justiciero”.
¿Cómo es que una agencia tan importante como la española consignó en su servicio un hecho tan doméstico que ocurrió en un ciudad de apenas 300.000 habitantes? La respuesta está en los factores de interés periodístico; es decir, en las características que debe tener un hecho para convertirse en noticia. En su “Manual de Periodismo”, los mexicanos Vicente Leñero y Carlos Marín identifican los siguientes: Actualidad, conflicto, expectación, hallazgo, hazaña, humorismo, magnitud, progreso, prominencia, proximidad, rareza y trascendencia. El boliviano Erick Torrico agrega consecuencia, interés humano, dramatismo, utilidad, derechos, moralidad y sexo, privacidad de los famosos, criminalidad y entretenimiento.
En el caso del pollo se puede encontrar hasta tres factores de interés periodístico —humorismo, rareza y criminalidad— así que estaba más que justificado el tratamiento que le dio la agencia EFE.
Ya en nuestro país, las palabras del presidente Evo Morales sobre los pollos de granja y la Coca Cola provocaron, como sabemos, un verdadero vendaval mediático. Mucha gente criticó el enfoque que le dieron los medios. Se dijo que privilegiaron lo superficial sobre lo profundo y, en vez de informar sobre lo que se trató en la Cumbre, los periodistas le dedicaron más tiempo y espacio al incómodo asunto de los pollos. Algunos llegaron al extremo de afirmar que la derecha utilizó el desliz presidencial para hacerle daño a la figura de Evo Morales.
El diario “El Potosí”, en el que trabajo, no sobredimensionó el asunto y tal vez eso me daría alguna autoridad moral para decir que los demás exageraron pero no creo que haya sido así. No pongo las manos en el fuego por nadie —y menos si se trata del manejo de la política editorial de algún medio— pero lo que yo percibo en el tratamiento mediático al affaire de los pollos es una alta dosis de periodismo. En las palabras del presidente había varios factores de interés periodístico: prominencia (por el carácter relevante de quien las pronunció), trascendencia, rareza, magnitud, expectación, interés humano, dramatismo, utilidad, derechos y, aunque nos duela, humorismo.
Entonces, no pretendamos encontrar conspiradores allí donde sólo hay periodistas.
El gobierno se ha acostumbrado a acusar a los periodistas de todo, hasta de sus propios errores, y la estrategia le está dando tan buenos resultados que la gente está empezando a creerle. Es la efectividad de la vieja receta de Goebbels contra la que no puede ningún pollo de granja, por muy justiciero que sea.

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